martes, 27 de marzo de 2012

Entre lunas de alquitrán

Os estaréis preguntando el por qué de mi altruismo exacerbado al regalaros de semajante forma mi mordáz y pueril labia.

Ante tal pregunta, no puedo sino buscar una merecida respuesta. Y para ello, tengo que remontarme al principio de mi fugáz, aunque plena, existencia.

Nací en el seno de una familia humilde, que me educó con tilde, con tal de hacer de mí un joven con futurNAH.

En algún hospital de la Comarca, de culo y contra el viento. Como tiene que ser.

De ese momento hasta el principio de parvularios, no guardo muchos recuerdos; tenía cosas más importantes en la que gatear.

Parvulitos. Irónico eufemismo para las barbáries que allí se cometían.

Recuerdo no entrar el primer día con miedo, sino con unas expectantes ganas de hacer nuevos amigos. Frustadas.

Conócese que antes de esta organización estudiantíl, había habido otra, en la que no ingresé -sí, como las sectas-. Las monjitas. Ahí fue donde se comenzaron a establecerse las mafias, compuestas por asesinos de 3 años. Mafias cerradas, en las que no podías entrar, si no matabas a alguien. Y yo no estaba como para matar nadie.

Así que, presa del exilio en el que me establecieron -especialmente aquellos a los que ahora llamo amigos, Agustín y Álvaro, los cuales me negaron insolente e irreverentemente el ser partícipe de los combates clandetistinos que organizaban en los recreos. Encarnizadas y sangrientas luchas, en las que los tazos de los pokemon se veían las caras. En las que sólo podia ganar uno. El mejor-.

Pero esa es otra historia, y no es plan de aburriros.

Con lo cual, no me quedó otra que juntarme con los marginados, aquellos que tampoco habían concertado su vida a la violencia religiosa. Entre ellos, destacaba Carlos, Carlos Vicente. Lider nato, y vecíno del abajo firmante. No tardamos mucho en hacernos íntimos, y defendermos mutuamente de la peyorativa facundia y la abusiva mano -empuñante de uno de esas ramitas que, en primavera, al estar bnadas, se pueden usar mortalmente como látigo improvisado- de los implacables abusones del patio, Álvaro, autoproclamado soberano absoluto por su mayoria de edad, y Agustín, su fiel lacayo, siempre cubriendole las espaldas, imposibilitanto una desesperada emboscada por la espalda, a riesgo de acabar el recreo en El Banco de Pensar -aquel sitio donde la señorita Rosa te castigaba, sólo, si te habías comportado en contra de su palabra-.Aquel que entraba, no volvía a ser el mismo.

Hubo incluso, me acuerdo, un chaval, inocente criatura alejada de la mano de Dios, que intento suicidarse tras haber pasado un recreo entero en el banco, comiendo pantagruélicas cantidades de Plastidecor industrial.

Pero como no son tóxicos :)

Eso sí, tuvo una diarrea que lo flipó en colores.

En fín, Serafin. Como decía mi padre. En fin, Serafin. Que asco de frase.

Y un par de anécdotas más, como pudiera ser la piscina improvisada en el arenero escolar, que tuvo que ser demolida prematuramente por el soplo de un topo -o topa- a nuestra catedrática en pedagogía, doña Rosa, quien nos tenía terminantemente prohibido amalgamar la corrosiva y tiznable miscelánea de arena y agua, a riesgo de acabar precózmente con nuestra miserable y corta existencia.

Todavía hay madres que preguntan si es legal abortar estando de 5 años, tras ver como sus hijos, pulcros y aseados al salir del seno materno, vuelven rebozados en fango, ansiando ser algo -gag musical-.

Y tras esto, nos adentramos en el pecaminoso camino de la enseñanza primaria obligatoria, con caritacuras tan entrañables como Diego el Gitano, o Don Crispulo, e incluso La Pelefora.

Pero eso, queridos lectores, tendrá que ser otro día.

TELÓN

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