martes, 2 de abril de 2013

¿Y qué hago aquí, a diez mil kilómetros de tus besos?


Tras un merecido descanso, que sé habéis pasado desasosegadamente compungidos, mis ávidos lectores, vengo a narraros, a modo de diario públicamente personal, nuestro periplo a tierras salamanquinas. Hallaréis varias similutudes con nuestro anterior odisea a Galicia, aunque encontraréis mi labia más cultivada y sagaz, como corresponde a la diferencia, a nivel cronológico, entre entrada y entrada.

Rondarían primeros de febrero cuando nuestra profesora de lengua, Raquel, salamanquina, entró exaltante en clase al grito de "¡Que nos vamos a Salamanca!".

¿Qué?, fue lo primero que pensamos.

Resulta, nos contó, que había estado mirando ofertas y hostales, y había decidido montar el tinglado en torno a una quimera, en la que profesores, directores y consejos escolares estaban de acuerdo en aprobar el mismo. Que no fue exactamente lo que pasó. Por lo que contó, tuyo que discutir hasta con el de la limpieza asiduamente durante casi un mes para que le dejaran organizarla.

A falta de profesores que se apuntaran a pasar un fin de semana con una panda de hijos de puta lejos de sus mamás en una residencia universitaria ajenos a cualquier tipo de norma, tuvo que hablar con la señorita conserje, que muy simpática accedió. Pero no bastaba con ella, sino que había que llevar a otro docente a la misma, plaza que acabó ocupando la profesora de música -muy maja, por cierto-

Tras el machacón correspondiente a la árdua segunda evaluación, llegó por fín el viernes 22 de marzo, día de despegue. Levantándonos, los más audaces, a las 7 de la mañana (sí, habéis leído bien) para, con mucho amor, prepararnos nuestros respectivos bocadillos -incluso ajenos, si te hacían el lío- y empezar acabar de hacer la maleta, partimos en un autobús, con letras neonesas que rezaban SALAMANCA, en dirección a la misma.



Mi compañero de autobús, como estáis deseando saber algunos, fue el compadre Joseda. No nos acompañó en tierras gallegas, y en esta tuvo que darlo todo.

Tras unas amenas 6 horitas, jugando a adivinar canciones, bailando, cantando, guitarreando, y dando, cómo no, un poco por culo, llegamos a Salamanca.

Desembarcamos céntricamente, o eso nos dijeron, porque ninguno tenía ni zorra de dónde estábamos, a dónde íbamos ni hacia dónde teníamos que empezar a andar. Hubo incluso algunos que, tras tanta duda existencial, no hicieron sino empezar a correr al grito de ¿¡Por qué!? para acabar perdiéndose en la lontananza salamanquina -que no es igual que la lontananza de otro sitio-.

Hostel Erasmus Home era el sitio elegido por nuestra Jefa para dormir cobijarnos de las frías noches de por allí. La residencia se compone de la recepción y 3 pisos, que por la magnitud de nuestras filas ocupamos en su totalidad. El primer piso, el nuestro, contaba con 3 habitaciones y 2 baños. No sé de dónde sacó Dios la misericordia para, omnipotentemente, regalarnos uno de esos, dejando el otro en medio del pasillo, teniendo que ser compartido por las otras dos habitaciones.

(Hay 6 camas; contadas)

Tras dejar rápidamente nuestras cosas en las taquillas, que pueden observarse en rojo, y deshacer malamente las maletas, bajamos al grito de nuestra salamanquina profesora en dirección a la salamanquina catedral de Salamanca.

Tras seguir a la Hembra Alfa hasta la misma, nos encontramos a un señor ataviado con un elegante chándal  que empezó a hablar, explicando la historia de la catedral. Tenía una voz alta y clara, lo que apartó nuestras sospechas de que fuera algo más que un altruista guía turístico.

- El que viene a Salamanca y no toca la liebre de la suerte y encuentra la rana de la universidad, es como el que viene a Salamanca y no toca ni encuentra las dos cosas más importantes de Salamanca.

Tras semejante comparación, los más avistados empezamos empezaron a olerse el truco.

- Hay una leyenda que dice que el que toca la liebre es bendecido con suerte, y otra que dice que aquel que aporta su granito de arena al guía que les explica la historia de la ciudad es bendecido con suerte - para pasar pidiendo la voluntad.

Nosotros, adolescentes borrachos de cinismo, nos libramos de pagar, pero el tío conocía el oficio, y dio el rodeo a las profesoras que nos custodiaban, quienes se dejaron liar.

Tras esto, pasamos a la catedral.


La primera parte era una nave inmensa, que comunicaba con el resto de la catedral por una puerta, a la derecha de la imagen.


Había que comprar unas entradas, pero se ve que ya contábamos con ellas. Pasabas a una sala con un retablo mu bonico, rodeado por todas partes de tumbas y cuadros.

Y de nuevo, a la derecha del retablo había otra puerta, que comunicaba con cuadrado de pasillos, que en cada lado tenía otra sala.
Retablo bonico.





















Y con esto se nos fueron un par de horas. Tras fagocitar el bocadillo del que os hablaba antes, y alimentar con ellos a las palomas que por allí rondaban -se llegaban a pelear por los trocitos de tortilla-  fuimos a la Cueva de Salamanca. No era mucha cosa. Al lado había un mirador, al que los que ya habíamos hecho la digestión, y sin miedo a vomitar nada, subimos decididamente, para escupir desde lo alto y volver a bajar.

Volvimos a seguir al líder, sin saber dónde íbamos, hasta llegar al Huerto de Calixto y Melibea. En este paisaje bucólico, rodeado de todo tipo de mensajes en las pareces pintados con anacrónicos grafittis, dos de nuestros compañeros nos deleitaron con una representación de los protagonistas de la secular novela de Rojas. Tras esto, una rápida vuelta por el lugar nos llevó a asomarnos, tanto aguerrida como hercúleamente, para ver el salamanquino Arco del Señor desde la terracica del lugar.


Justo entrando al mismo, por cierto, había un salamanquino pozo en el que cientos de enamorados, desde 1499, han ido colgando candados con sus nombres, tanto desde las columnas del mismo como de las rejas que evitan que nadie se caiga al salamanquino vacío.










Justo al salir del Huerto -quizá de aquí venga lo de "llevarse al huerto a alguien"- empezó a chispear salamanquinamente, a lo que no pudimos sino aligerar el paso y arrebujarnos bajo el primero entoldado que vimos, que casualmente era el de la Casa Lis, nuestro siguiente destino.

Palacete modernista, y primer edificio que vimos al llegar a estas tierras, actualmente se usa como museo, decicando cada sala a un tipo diferente de arte. Figuritas de marfil, habitaciones llenas de vidrieras, baños fotogénicos, muñecas de porcelana, sala a la que pocos pasamos, anticuarios minimalistas y otros con horror vacui, llenos de monociclos y baúles milenarios, hacían del museo un lugar, si no interesante, sí curioso de visitar.


Había, asimismo, un libro de visitas, que firmamos con el parte de guerra del generalísimo, y un par de referencias étnicas a la multiculturalidad que está aflorando en nuestra tierra.

Después, asegurándonos previamente que había ejcampao, recorrimos hasta la mitad el Puente Romano, que como muy ávidamente añadió nuestra Jefa, fue construida por romanos allá en su época. A la izquierda veías el salamanquino Río Tormes, lugar en el que nuestro picaresco protagonista se libró del viejo que le tutelaba, y a la derecha salamanquinos deportistas, haciendo honor a su nombre.




Poco después, en el fritaim, dimos una vuelta a la five-minutes far -promoviendo el bilingüismo-  -como el bajista de los Kiss- salamanquina plaza del lugar, en el que nos retrataureamos para al posteridad.


Por miedo a subir la mofletuda cara de algún menor a internet, y darle la coartada legal a un padre para hacer de este blog sin ánimo de lucro el aval para la carrera de su hijo, comprendo que comprendáis el photoshop-level pixelado de cada cara de la foto.

Tras denegar la propuesta profesoril de ir a visitar el Museo del Automóvil, pusimos rumbo, sabiamente guiados por el Google Maps, fiel amigo a lo largo del viaje, a la residencia. Y empezó a empezar lo bueno.

Subimos los 6 de la habitación para echar a piedrapapeltijera, como viene siendo costumbre, el decidir quién iba a catar la ducha el primero. Tras perder la primera y la repesca, me tocó el 5º.

Cuando entró el primero, Álvaro, compañero en tierras gallegas, no pudimos sino empezar a jugar con la cerradura. Desde dentro se podía echar el pestillo, pero desde fuera del baño, con el canto de la llave y años de Splinter Cell a las espaldas, se podía abrir, pillando a nuestro aguerrido protagonista con las manos en la masa.

Mientras él tenía la música de su móvil al máx., intentamos abrir su puerta, pero se ve que se lo olía, y volvió a echar el pestillo cuando acabamos de girarlo desde fuera, recibiendo una carcajada común como respuesta.

Mientras tanto, dos jovencitas trotamundos entraron en la habitación con total desparpajo, y se instalaron en las camas de nadie, con la excusa de aburrirse en su habitación. Tras empezar nuestro valiente duchista a ponerser nervioso, al oír tanta voz en la habitación, y nuestras dos jóvenes a porculear demasiado, decidimos banearlas temporalmente de la habitación. Tras esto, se ducharon AgustínJaime y Joseda.

Cuando era mi turno, las jovencitas volvieron a entrar a la habitación, que algún despistaillo se había dejado sin llave, y nuestro hercúleo recién duchado intentaba evitar que entraran, a lo que no pude sino salir del baño, ligero de ropa, y amenazar para que dejaran de molestar.

- ¡Como volváis a entrar en la habita, salgo desnudo! -portazo. Llave. Desllave. Abertura de puerta- ¡Y erecto! -portazo. Llave.

Se ve que no les acababa de atraer tal imagen, ya que no volvieron a entrar. Acabó la ronda Octavio, quien salió del baño a tiempo de abrir la puerta, ya que acababan de llamar. Sospechando que podían ser las dos jovencitas vagabundas, pedimos el santoyseña, lo que hizo presentarse al incógnito llamador como Chitu, alegando que su baño estaba ocupado, que quería lavarse los dientes, a lo que pasó al ya libre baño, echando sospechosamente la llave.

Un rato mas tarde, dando la Jefa la señal para bajar a cenar, fuimos a salir cuando abrió la puerta el olvidado ex-llamador con esa cara de hijo de puta que tan bien conocéis, dejando correr libres efluvios procedentes de lo más profundo del Averno.

Resulta, contó, que era un enviado de Pedre, resentido por el efeméride de Galicia, quien quería paliar su vendetta con odio y rencor, y un ñordo de kilo seiscientos.

Tuvimos que abrir la ventana, desafiando al frío salamanquino, teniendo que entrar en apnea, para evitar cualquier tipo de futura inanición aérea.

Tras esto, y una #FotoEspejo en la entrada del hostel, fuimos a cenar. 



El Erasmus Café, asociado al hostel, fue donde repusimos fuerzas. Bonito lugar, ambientado en la multiculturalidad de la salamaquina ciudad universitaria. Una hamburguesa con sus patatitas fue lo que tomamos para cenar, que sumado al hambre que traíamos, hizo que apenas un par de semillitas de sésamo sobraran en cada plato.

Después de esto, y de la mano, de nuevo, de nuestra profe, recorrimos los locales más emblemáticos de Salamanca, como rezaba el itinerario, yéndonos de bares. Tras dar 4 ó 5 vueltas, siendo echados de un par por menores, acabamos en un bareto de la zona, perreando salamanquinamente como pocas veces se ha perreado en Salamanca.

Tras darlo todo en la pista, al ritmo del lololo, lolololololo, loloLOLOlolo, y apenas recibir una pulserita radioactiva a cambio, volvimos al hostal para acabar la noche ahí.

Pero el señor encargado de guardar el orden por la noche no compartía nuestra idea de descontrol, y tuvo que subir un par de veces a imponer orden.

La primera vez Briñas estaba tirado en el suelo, yo acaba de hacer una voltereta en la cama y alguien estaba meando meando en el baño cuando este abrió la puerta. A su cara de sorpresa la acompañó su acento soviético al añadir una de las Frases del Viaje (#FrasesDelViaje, en hasthtag)

- Pofavó... que son 3 de la mañana...

Y se fue.

De esto deducimos que perteneció a la URSS, que se llamaba Dimitri y que era un ex-spetsnaz albano-kosovar, y un par de cosas más sobre sus medidas fálicas.

Pero, cubierto de vergüenza, he de admitir que estábamos todos muy cansados, y las tertulias metafísicas no pertenecían a ese momento, por lo que después de que Dimitri subiera un par de veces más, cada uno se sobreó en su jergón, con la colcha a modo de almohada, por la carencia de espumita de las mismas, y se dio la vuelta con un Buenasnoches. 


Este tuit resume bastante bien esa noche;



Tras un par de avisos más, callé, dando paso al despertar del salamanquino sábado, 23 de marzo.

O no.

A media noche, en lo que los seis, haciendo balance después, recordábamos como un sueño, García  despertó por un suave ruido rítmico de sábanas chocándose.

- Alguien... ¿alguien se está haciendo una paja?

Para el ruido. Un No... general contesta la pregunta.

Tras unos oníricos instantes -onírico, haciendo referencia a lo relativo de esos instantes- el ruido retoma su traqueteo.

- Joder... ¿otra vez? - a lo que el ruido paró definitivamente, dando así paso al sábado, 23 de marzo.

O tampoco.

Cosa de las 6 de la mañana, se empieza a esuchar el redoble de Mykkey Dee en Born to Lose, cuando los amigos del 3º piso llamaron para despertar a la peñita. Pensando que era la alarma de las 9 -en teoría tenía que sonar ACDC, como en Galicia, ya que era la misma alarma, pero búe-, la paro con el botón rojo -casualmente el de colgar- y me doy la vuelta, acostumbrado a la rutina diaria, esperando a que alguien empiece a gritar que llegamos tarde. Nadie lo hace, y vuelvo a caer en las golosas manos de los Oniros, dando paso al sábadA TOMAR POR CULO.


Sobre las 9 de la mañana, se empieza a oír una risa de fondo, a la que se acaban sumando 5 más, lo que marca el despertar de la salamanquina tropa almagreña.

Tras un último retozar en la cama, y una rápida lavadita de cara, bajamos raudos al sótano de la resi, en la que se había montado una especie de cocina, y pillamos sitio para desayunar.

Siendo el cumple de una salamanquina compañera, no pudimos sino prepararle una sorpresiva fiesta, de la que apuesto no sabía nada, y cantarle un lacónico cumpleañosfeliz mientras mirábamos con ojos lascivos los croasanes, sabiendo que en cuanto acabara la canción habría que ir corriendo a por ellos, ya que los últimos habrían de contentarse con las magdalenas -que las había a megagramos- -también promuevo el sistema internacioal de medida-.

Era una especia de buffet libre autoservicial, en el que cogías tu material desayunaril, hacías cola y te servías aquello que te vieras con fuerza para comer.

Un potaje de cereales, sobaitos, magdalenas, croasanes y galletas, acompañado de una salamanquina tostada, fue lo ingerido por mi parte, para subir, lavarnos los dientes, y mirar el Güachap para ver qué tocaba hoy. Samalanca Shore, epitafeaba el título del grupo que teníamos como intercambio de información, en la que la Hembra Alfa anunciaba nuestro primer destino, la Torre del Clavero, a apenas 2 minutos del hostel.

Tras una vista rápida desde fuera, seguimos andando hasta llegar al Palacio de la Salina, donde nadie consiguió encontrar a Cleopatra medio practicando nudismo.

Continuando el camino -hábil ruta planeada en línea recta- llegamos al Convento de las Dueñas, que enfrente tenía una grandilocuente fachada gótica, donde no pudimos sino fotografiarnos para la posteridad.


Seguidamente pasamos al convento antes mentando, que no tenía nada en particular a excepción de unas excelentes vistas salamanquinas de la Catedral.

Los que marcan la foto somos los modelos


Tras esto, tanto colindante como limítrofe a este, había otro convento, el de San Esteban.

Con un patio central del que parten varios pasillos a varias salas, por lo que nos contaron los ascetas de Historia del Arte, en el techo se encontraban unos nervios plenamente platerescos.

Ni filtro del Instagram ni hostias; con el Paint

Y ya que me sacáis el tema del patio central; encontrad las 30 diferencias.



Uno de esos pasillos llevaban a la iglesia del convento, con un retablo de los que merecen una foto.

Las dos intrépidas jovencitas

Después de pasar hora y media subiendo y bajando escaleras, fuimos a la Casa de Las Concha, que cualquiera que se hubiera movido de la residencia había visto, ya que estaba al ladito.

Tras una rápida lavada de manos en el hostal, volvimos al Erasmus Café a comé. Con el hambre que llevábamos, engullimos esta priápica ambrosía mucho más rápido de lo que creía se podía llegar a comer algo, rematando con un postrero yogur helado.

Una rápida cepillada dental abrió paso a la tarde, que comenzamos yendo a la salamanquina universidad, que solo vimos desde fuera, para encontrar la ranita.

La ranita de los huevos


Hacia atrás estaba el Cielo de Salamanca, que oteamos efímeramente para volver por nuestros pasos hasta la casa de Unamuno.


A la derecha; a la altura del cruce, la fachada de la
Uni, y en primer plano la casa del Jefe.


Letras salamanquinas
      























Un muy simpático segurata nos abrió el portón, dejando de lado una antesala con un pasillo a izquierda y derecha, sumando un total de dos, sí. A mano derecha había una especie de salón de actos con un montón de pajaritos blancos de origami -se ve que al pavo le gustaba la papiroflexia- y a la derecha la casa en sí. Con un piso abierto al público, y otro para los MVP -¿o VIP?- tenía en el primero una biblioteca, un salón y la habitación de Miguel, y en el segundo una especie de archivo con todos sus libros.

Después fuimos al Colegio Arzobispo Fonseca, sin nada reseñable que reseñar, para seguir andando y ver dsde fuera la Casa de las Muertes, otra de las resis de Miguel, que tiene ese nombre por las calaveras que tiene debajo de los balcones. 

Tras esto y un café fuimos a la Iglesia de San Marcos, postgótica o prebarroca, había muchas teorías. Circular, con un Cristo de debatida etapa en medio, la tomamos como descanso tras nuestras salamanquinas andanzas.

Y sin ningún tipo de contratiempo más, dimos una vuelta por los alrededores y volvimos a la resi, para preparnos para ir a cenar y, de empalme, a seguir visitando locales emblemáticos.

Esa noche fue como en Padrón; unos nos duchamos y otros no. Tras vaguear un poco mientras acababan todos de ducharse, fuimos dando un mundanal paseo por la resi, visitando a nuestros otros compañeros para enterarnos de las comidillas de los otros pisos.

Antes de salir, otra #FotoEspejo de nivel en el espejo, lógicamente, de la habita;

Suit up!

Llegado al hostal, nos acomodamos en unas muy ambientadas mesas, llenas de anticonceptivos látexicos, así a lo rollo estudiante, para degustar, si este eufemismo es válido, una fuente digna de Pantagruel llena de espaguetis, filetes, ensalada y un poquito de pan. 

Tras esto, ya conocedores del terreno, fuimos directos a una discoteca con un violín en una de sus ventanas, muy hábilmente llamada Amadeus



Después de perrear un poco, y habiendo acabado con el fuelle restante del viaje, empezamos a salir fuera del bar, a un soportal de la acera de enfrente, para conversar apaciblemente, alejados del banal ruido y el lololo, lolololololo, loloLOLOlolo. Tras tanto entrar y salir, el segurata el local nos empezaba a mirar raro, hasta que, hartos del salamaquino frío, ArroyoDe Tín, Briñas, y el abajo firmante -un día voy a tener que firmar- decicimos, con ayuda del Google Maps, volver a la resi. 

Pero en uno de esos fallos tontos, no llegamos a conectar los datos del movil de turno, con lo que acabamos callejeando por sitios desconocidos, hasta que nos encontramos a una profesora aliada andando en dirección contraria a nosotros, quien nos guió hasta casa.

Pero perrear da habre, y tiritar por el frío más -había dejado mi abrigo a un amigo, y los pezones empezaban a hacer mella en la camisa- así que, tras preguntarle a Dimitri si podíamos comer en las habitaciones, fuimos a un establecimiento comercial donde venden pizzas -Telepizza no ha aportado nada al desarrollo de este blog- llegando a la hora de cierre, donde no pudimos hacer sino lo propio de los machegos con hambre; suplicar. Una familiar de jamón con queso fue lo que pidimos -manchegos, recordad- para correr, con miedo a que se enfriara, a nuestra habitación.

Tras dar buena cuenta de la misma, como los hijos de puta hambrientos que éramos, le bajamos un trozo a Dimitri, a quien pillamos jugando al WoW, que, aun mirando receloso el trozo de πza, nos dio las gracias por él, al grito de "¡Hijo de puta, que me matan!", de lo que deducimos la teoría del porno albano-kosovar. 

Tras subir de nuevo los cuatro, y un par de andanzas carnales acontecidas por aquellos lares, llegó el resto de los compañeros, pisando fuerte, y entraron en masa a nuestra habitación, borrachos como putas cubas algo ebrios, para acomodarse en la primera cama que pillaran, y empezar a cantar el lololo, lolololololo, loloLOLOlolo, al son de palmadas y pisotones. De repente, se abrió la puerta, y apenas miró gente, pensando que era un compañero rezagado -por culpa de los datos de Google Maps-. Por mi perspectiva -la litera de arriba más cercana a la puerta- pude ver a Dimitri, esperando ver 10 u 11 personitas, y encontrándose a casi 30, que se quedó con la misma cara que la noche anterior, lo que no le impidió soltar su "Pofavó, yo entiendo que algunos de vosotro valláis un poco bebido, pero es tarde, y hay gente que quiere dormir" para volver a irse. 

Irónica similitud con Galicia, la habitación empezó a desalojarse.

Chavales rezumando de debajo de las camas, de dentro de las taquillas, de la ducha, de debajo del lavabo. Hasta un albano-kosovar que se nos había colado corrió, siguiendo a los demás.

Tras esto, en el piso de arriba, con ayuda de una guitarra y dos litronas, se montó una fiesta, lo que hizo que algunas personitas bajaran a nuestra habitación, cada vez más llena, para acabar con dos personas por colchón. Llegada una determinada hora, se empezó a ir gente, con los que nos quedamos los autóctonos a la habitación y las dos despajadas jovencitas, que compartieron jergón esa noche, y les hicieron hacer lo mismo a dos de nuestros compañeros.

Tras una media horita más de tertulia, acabamos por rendirnos ante semejante día, dando paso al último, domingo 24 de marzo.


Esta vez la historia nos sitúa en la cama de García, donde nuestro aguerrido protagonista se levanta, vigorosamente, para pegarse un matutino lavamiento de cara.  Cuál es su sorpresa al ver en el Güachap que la Jefa ha mandado, sin dilación, hacer las maletas matutinamente. Al grito de "Las maleeeeeeetass...." levanta al resto de la tropa, quienes comprueban que las dos jovencitas ya se han marchado, y que la puerta está cerrada desde dentro, a lo que no encuentran explicación. 

De repente, empezamos a cantar todos, bajito. ¿Y qué hago aquí, a diez mil kilómetros de tus besos, cavando trincheras, si te echo de menos? para ir subiendo el volumen gradualmente, y acabar cantando a pleno pulmón Pedroma tiene un clavel sin que llegara a subir Dimitri.

Después de recoger ropa de hasta el plato de la ducha, y meterla malamente en la maleta, bajamos a desayuanr lo mismo que el día anterior, cogiendo 8 sobaitos para el viaje, y dejar de paso dejar el equipaje en la entrada de la maleta, llegado a bloquear la puerta del perenne Dimitri, quien lo dejó caer antes de irnos.

Una última  #FotoEspejo en el espejo de la habita para despedirla;

#PaRobarLoQueSeCruce

Pero  antes de irnos, la profe quería aprovechar la mañana, con lo que seguimos con el itinerario previsto. 

Volvimos a la vista-desde-fuera-el-día-anterior -mñé; pasable- universidad, para pasar esta vez. 

Volvía a ser una serie cuadrada de pasillos, con un par de habitaciones en cada arista, intercalando cuadros entre puerta y puerta. Aquí se observa a los entendidos de turno contemplándolos;

Una de las salas era aquella donde Unamuno discutió con Millán Astray, y soltó su apoteósica frase;

"Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha."



En esta sala, y vedados por un muy bonito cordón de terciopelo rojo, le pregunté algo a la Jefa, llamándola con este vocativo, a lo que respondió que no, que dado su oscuro pasado no le gustaba que le llamaran Jefa. Pero a una persona que se ha alzado por encima de los distintos grupos sociales, unificando a todas las manadas bajo su único y omnipotente mandato, que ha organizado semejante excursión de la nada y se ha estudiado la historia de Salamanca para hacer de guía improvisada, no se puede sino llamarla Jefa.

Tras esto, y tras haberlo preparado antes, deleitamos a nuestros compañeros con una representación del debate entre ambos protagonistas de leyenda. A mí me tocaba hacer de falangista anónimo, que levantaba los gritos de mis compañeros con el España; una, grande y libre. Casualmente, un mes antes tuve que hacer un vídeo para Historia en el que incluí el mismo grito, con lo que aprovecho y os lo cuelo por aquí, haciendo gala de mi gran habilidad de inserción de etiquetas HTML.



 Acabamos de recorrer la Uni, pasando por la salamanquina tienda, para seguir andando hasta llegar a La Clerecía. A causa del sueño y de todo lo ya visitado en capítulos anteriores, se me hace imposible siquiera recordar haber estado en ella, aunque tengo un par de fotos que lo demuestran;
Aunque está hecha desde la Uni, se ve la Clerecía al fondo
Salamanquil retablo de la Clerecía
Cuando salimos de la Clerecía, fuimos a comer al Erasms Café, no recuerdo qué, y volvimos a la resi a por las maletas, para regresar al punto de recogida.
Después de esto, y sin ocasión de despedirnos de nadie, evitando así las lágrimas galegas, montamos en el bus que nos devolvería a nuestra patria.
Aunque en la ida aguantamos casi todos como machotes, la vuelta fue otra cosa, y los ojitos cerrados se contaban por millares. He aquí un pequeño resumen de las lacónicas impresiones de nuestros compañeros.



Y tras este intenso viaje a tierras Salamanquinas, hemos aprendido varias cosas; a poner enlaces en las palabras, a saber que todo allí es muy salamanquino, y a hablar albano-kosovar.


A hero of war, yeah that's what I'll be 
And when I come home they'll be damn proud of me 
I'll carry this flag to the grave if I must 
'Cause it's flag that I love and a flag that I trust 
Hero of War, Appeal to Reason, Rise Against

No hay comentarios:

Publicar un comentario