Y claro, después de la macrofiesta que montamos al acabar primaria, no fue solo un día de resaca, sino todo un verano entero; verano que invertí en el Pokemon Rojo -legendario; me estoy planteando seriamente dedicarle un post- y en engordar desmedidamente; comer mórbidamente para paliar el lacerante hastío que suponía mi mísera existencia, subyugada a la pereza y al capitalismo comercial demNAH.
Que me aburría como un hijo de puta.
Y tras semejante verano, absente de trabajo y obligación -recuerdo cuando mi papá venía del trabajo y, al verme tirado en el sofá, me decía su apoteósica frase de padre, "Tú ahí, eh, ¡no te vayas a herniar!". Irónico fue cuando tres meses después se hernió él- tuve que emprender la ardua tarea de ir a por la matrícula escolar, para poder ingresar en el Clavero -no voy a decir el nombre completo por lo de los pedo-violadores-. Y para ello, tuve que levantarme del sofá, morada y jergón durante mis últimos dos meses.
Todavía no sé muy bien de donde sacó la fuerza mi mayordomo para, con la única ayuda de una pala, hacer palanca y conseguir despegarme del sofá. Sí, media espalda se me quedó ahí, pero cuando volví a aprender a andar, y rellenar la matrícula, pude mirarme con orgullo al espejo, sabiendo que, en ese momento, era un estudiante de la ESO.
El primero de mi generación no estaba formado por gente de mi generación; rondarían los 20 repetidores -algunos dobles, y hubo quien incluso nos sacaba tres años- repartidos entre los 4 primeros, casi todos con mas de 25 chavales; casi todos, menos el mío, 1ºC, con tan solo 15 personitas.
Esto, sumado al profesorado vigente, hizo que no pasara día sin que alguno se dejase caer por secretaría, quizá más de una vez.
Y ya que me sacáis el tema. El del profesorado.
Es imposible hablar de primero sin mentar -más de una vez- a Doña Purificación Diaz; La Puri.
Estaba ahí porque tiene que haber de todo.
Siempre que 1ºA o 1ºB tenía clase con ella, esperábamos impacientes a que llegase el recreo para que nos deleitasen con la truhanería que le habían hecho esa hora. No es plan de contar todas, ya que quizás llegue al número de caráceres máximos permitidos por blogger, pero sí las mas destacables;
Refiriéndonos -refiriéndome, qué hostias- a 1ºA, es imposible olvidar aquella en la que nuestra pareja de jóvenes protagonistas se escondieron en un armario de los que hay por las aulas para, a media clase, empezar a moverlo al grito de "¡Puri, sácanos de aquí! ¡Que no podemos salir, Puri! ¡Socorro!".
Por lo que los trovadores relatan, la cara de la mujer fue legendaria. Tardó un rato en saber de donde salían los gritos, y otro rato en saber qué estaban diciendo. No podría decir qué pasó a continuación, porque las diferentes versiones, de diferentes personas, difieren bastante -tanto que les sacó tirando al suelo el armario a que salió corriendo del aula, aterrada por los poltergeist-. Pero en lo que si coinciden todas fue en el parte de incidencias con el que galardonaron a nuestros dos aguerridos héroes.
En cuando a 1ºB, todavía es tema de conversación el día en el que, al entrar Doña Puri en clase, se encontró todas las sillas formando un corro en medio del aula, y a nuestro Arreaza en medio, taconeando al más puro estilo de Camarón.
Al recordar 1ºC, y los exámenes de la Puri, solo me viene a la mente el día en el que Moreno sacó el libro de la mochila, se lo puso enfrente del examen, y empezó a copiar las páginas textualmente. Y cuando Puri, nuestra Puri, le dijo que lo guardase, empezó a leerlas en voz alta, para que todos pudiésemos sacar ese Cum Laude que tanto anhelábamos desde que dejamos atrás parvulitos.
A 1ºD no llegó a darle clase, gracias a Dios.
Y putadas comunes, cómo no.
Aquel día en el que los cuatro cursos , y algún otro infiltrado de 2º, sediento de violencia, nos unimos, tras haberlo rulado de boca en boca, después de un segundo recreo, a lo largo del pasillo primerizo, ya que la mujer tenía clase al fondo, para hacerle el más apoteósico pasillo jamás
Y claro, en pleno auge de los grafitis, estando estos en su zénit -¡y otro gag musical!- a mediados de curso, no faltaron los iluminati que dibujaron toda clase de sutiles decicatorias y dibujos fálicos a esta dama en los baños del centro. Y no faltó, tampoco, el director que les cogió por banda, y les dejó sin recreo hasta haberlos limpiado todos.
¡Y claro, los recreos son para fumar!
Así que el caudillo y patrón de los iluminati no lo dudó dos veces; fue a la droguería mas cercana -obviamos la broma- a por un bote de lejía, y otro de aguarrás, evitando el mundanal estropajo, para limpiar más rápido.
Y claro, no hace falta ser de ciencas para saber qué pasa cuando mezclamos una disolución de NaClO con HCl. La humareda tóxica -no, esto ya es serio- que esto desencadenó, por poco envenena fatalmente a la chavalada que estaba limpiando el baño, con puertas y ventanucos cerrados. Cuando los primeros empezaron a tener arcadas, y a suplicar oxígeno, todos salieron corriendo. ¿Todos? No, todos no. El cabecilla de los iluminati -me gusta la palabra, joer- al haber inhalado más que los demás, aun superándolos en masa lipídica, apenas pudo arrastrarse fuera del baño.
Las lágrimas y los gritos de desesperación de la jefa de estudios hicieron llorar a más de uno.
No es muy difícil adivinar que, tras acabar el año, la señorita Díaz no se volvió a dejar caer por el Clavero.
De Toro, quién nos acompañaría también en 2º y 3º, nos aprendió -sí, es que aquí semos asín de bastos- a maquetar un proyecto, "como Dios manda", y los pilares básicos de la marquetería, donde las cosas tenían que quedar "rectas como Dios manda".
De este modo, explotó mi talento natural para nivelar las cosas a ojo, a ojímetro -a ojotorímetro, como decían los mas satíricos-. De hecho, este es un talento que me viene de herencia. De la de mi abuelo, concretamente, quien, al morir, me dejó en herencia su ojo de cristal. Entonces, al colocarlo encima del proyecto, y viendo hacia que lado rodaba, sabías en que lado tenías que poner el destornillador, para que pareciese que estaba presentable.
La de religión, que con sus bingos didácticos, avivó nuestra ludopatía natural, y nuestras vehementes cuerdas vocales a la hora de gritar "¡Bingo!", para que se te oyese por encima de los vociferantes gritos de tos compañeros, ya que solo había 4 cartones diferentes, y cuando tocaba uno, tocaban todos.
Félix; educación física y plástica. Tenía un corazón tran grande como sus biceps.
Y un par de truhanes más.
Y tras este intenso y apasionante curso, llegó otro intenso y apasionante veranTIRADO EN EL SOFÁ.
Pero esto pertenece a la siguiente entrada.
De verdad, qué gusto da hablar con vosotros, mis sumisos lectores. Tan calladitos.
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